
El concepto habitual de empleo se remonta a la época de la Revolución Industrial, aunque ese objeto del deseo de un trabajo por cuenta ajena, seguro y estable, que nos permitía permanecer en un mismo lugar y actividad por vida, ya no existe. Ni es el ideal de las jóvenes generaciones urbanas. El éxito en la vida ya no se mide tanto por un alto nivel de ingresos o de visibilidad profesional como por la posibilidad de usar bien el tiempo para desarrollar los propios gustos y capacidades.
En un contexto general de crecimiento casi cero y con el uso de las tecnologías e inteligencia artificial que contribuyen a la reducción del mercado de trabajo, ¿tiene sentido concentrar los esfuerzos en el mantenimiento de los trabajos tradicionales?.
¿Por dónde hay que ir?. Algunas pistas:
1. Sistemas educativos. La organización por asignaturas y la memorización ya no sirven. Hay que preparar a las personas en el autoaprendizaje, un proceso y no una etapa, de forma que sepan buscar información, analizarla, intercambiar experiencias, en una palabra; aprender a navegar.
2. Formas de trabajar. Ese intercambio de experiencias, en red o como economía colaborativa, es fundamental para realizar potencialidades. Por otro lado, hay que exprimir la flexibllidad (tiempo parcial, jubilaciones progresivas, etc.) para un mejor reparto.
3. Los organismos públicos e instituciones. Deben ser parte de la red y facilitar un marco de actuación en el que la rigidez no tiene futuro. Un ejemplo: ¿Voy a UGT o a Infojobs o a una mezcla de ambos, a punto de ser inventada?.
4. El papel creciente del voluntariado. Muchos servicios sociales no son objeto de transacción económica ni tienen precio y sin embargo existen y resuelven problemas.
5. Por último, y no menos importante. ¿Qué hacer con los que se quedan atrás?. Muchos en términos absolutos y relativos. Es ineludible poner en marcha medidas de inserción para tener una sociedad sostenible, en la que podamos vivir todos. El Darwinismo social no tiene sentido.
Jaime Marsal, Presidente de VAE